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Es cierto que cuando pensamos en «arte contemporáneo», entre las asociaciones de palabras más o menos inmediatas seguramente acabamos por nombrar «urbano», «civilizado», «cosmopolita», «ilustrado», «desarrollado», «internacional». Por el contrario, términos como «naturaleza», «terruño», «vegetal», «oral», «iletrado», «subdesarrollado», «local» parecen desligados de lo que uno relaciona con el arte hecho a estas alturas del Tercer Milenio. ¿Qué aporta el arte al mundo rural?;  ¿Puede realmente el arte contemporáneo crecer en suelo rural?; ¿Por qué el arte está tan despegado de la realidad del común de las personas? Todas estas preguntas no nos resultan nuevas y sus respuestas no dejan de generar más preguntas. Nosotros creemos que el Arte puede tener también una función de acompañar un proyecto útil.
En nuestra aventura —Mutur Beltz— en torno al mundo ovino, afrontamos su ejecución desde una perspectiva  amplia, con el propósito inicial de contribuir de lleno al hábitat al que pertenece. Comenzando por tomar la decisión de desplazarnos a su entorno, a Karrantza. Experimentando día a día mirar desde el rural, no mirar al rural, como se hace muy a menudo. Transformar la mirada y deconstruír estereotipos es un paso importante ante el idealismo y el paternalismo con el que a menudo nos acercamos al campo. Pero, este acercamiento también nos ha hecho ver que no podemos cargar de una responsabilidad que no nos toca. Es decir, para que una situación problematizada en un territorio cambie, la comunidad ha de querer cambiarlo, sino no hay nada que hacer, y además, debe haber un clima político adecuado.

En las últimas décadas se ha transitado en el campo de una economía de subsistencia a tener que ser empresario y ahí hay un desnivel tremendo. Las poblaciones asumen que el campo no funciona. El trabajo o te lo inventas, como hace el artista, o estás perdido. Eso está relacionado con el emprendimiento.  La juventud en el medio rural necesita mucha capacidad creativa y fe en la creación. El arte puede ayudar a que los habitantes de los pueblos se sientan orgullosos y que la juventud tenga una referencia. El arte es necesario para una revolución rural que este mundo necesita.

Cada uno puede ser actor del cambio. Entre nuestras herramientas, esta el arte. Este nos permite replantear nuevos paradigmas que avivan nuestra época: como volver a dar sentido a las producciones, con respeto hacia las personas y hacia la tierra. Es lo que solemos llamar, en definitiva, desarrollo local y no por ello es menos arte. Tal vez sea un arte más auténtico, porque renuncia a las recompensas del mercado cultural y asume sólo su capacidad transformadora. Un arte necesario, pues se acerca a lo esencial de la existencia, a la vida y su acontecer.

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